Una procesión del Santo Encuentro que hace pleno en la plaza de Santa Ana

La procesión del Santo Encuentro congregó a cientos de fieles en las calles de Vegueta en una ocasión en la que el epicentro de la plaza concentró la cita

Procesión del Santo Encuentro en Las Palmas de Gran Canaria.

C. T.

La plaza de Santa Ana fue este Miércoles Santo protagonista absoluto de la procesión del Santo Encuentro. La cita, una de las más esperadas y de mayor tradición en la Semana Santa de Las Palmas de Gran Canaria, reunió en esta ocasión en el centro de la plaza todos los encuentros de las imágenes en lugar de en diferentes puntos de la misma. Con la catedral a un lado y las Casas Consistoriales al otro, el público pudo disfrutar de una puesta en escena teatralizada entre los cinco pasos que partieron previamente de Santo Domingo.

Pasaban apenas dos minutos de las ocho de la tarde cuando las puertas de la parroquia de Santo Domingo comenzaron a abrirse. El silencio se hizo en ese instante, en el que la plaza estaba ya prácticamente llena de público. Los primeros cofrades cruzaron el umbral del histórico templo y la silueta del Cristo con la Cruz a Cuestas y el Cirineo empezó a despuntar hacia la calle. De manera solemne, ante la mirada de un público devoto y expectante, el paso enfiló por la calle Sor Brígida Castelló custodiada por la banda musical La Salle de Agüimes.

Apenas unos pocos devotos siguieron este paso, obra del imaginero Luján Pérez. La mayor parte del público prefirió quedarse en Santo Domingo para poder ver y vivir la salida del resto de tronos. Al Cristo le siguió San Juan Bautista, quien estuvo acompañado de La Magdalena a través de la calle García Tello. El primero estrenaba mantolín y la segunda manto, ambas piezas donadas por el vestidor de las imágenes y sacristán, José Luis Hernández. En la misma dirección, pero minutos después, la Verónica fue la siguiente imagen en traspasar las puertas dominicas.

A ritmo de percusión y viento, la Virgen fue acompañada por la banda del Mando Aéreo de Canarias

Pero los fieles y curiosos que se agolpaban en Santo Domingo realmente esperaban por la última pieza en salir de la iglesia. Con gran expectación, cofrades de la Real, Ilustre e Histórica Hermandad del Santo Encuentro de Cristo salieron para dar paso a la Virgen de los Dolores de Vegueta. La talla, obra también de Luján Pérez y fechada en 1797, salió rodeada de anturios blancos mientras la banda del Mando Aéreo de Canarias (Macan) entonó los primeros acordes. La plaza rompió en aplausos ante este momento culmen, el cual sería solo superado por el encuentro entre esta imagen y la del Cristo que tendría lugar más de una hora después en Santa Ana.

El trono de la Virgen, jalonado durante el recorrido por la citada banda, enfiló hacia García Tello. La plaza comenzó a despejarse y buena parte del público bajó por la misma calle para, esta vez sí, acompañar a la imagen en su recorrido a Santa Ana. No obstante, muchos otros optaron por la picaresca y sortearon el periplo de la Dolorosa por las estrechas calles de Vegueta para poder llegar antes a las puertas de la catedral.

Santo Encuentro entre Cristo y la Virgen.

Santo Encuentro entre Cristo y la Virgen. / Juan Castro

«Bajen ustedes por allí que nosotros lo haremos por la otra calle», indicó Maribel Rodríguez a su grupo de amigos antes de partir de Santa Ana. Era su primera vez en esta procesión y había que arreglárselas, «ha sido todo muy bonito y muy bien organizada la salida», puntualizó. Pero entre el público quienes más abundaban eran los veteranos. Es el caso de Isabel y Pilar, hermanas, acompañadas de Gloria, hija de esta última. «Venimos siempre que podemos», indicó esta última.

Los asistentes rompieron en aplausos y "¡bravos!" al encontrarse Cristo con la Virgen

Eso sí, en el caso de esta familia no lo hacían desde 2019; y es que, pandemia mediante, muchos prefirieron no salir todavía a las calles el año pasado por miedo a las aglomeraciones. Tras una salida «muy emotiva», tal y como la describió Gloria, tocaba enfilar para Santa Ana y coger un buen sitio, «para algunas ya es un sacrificio venir hasta aquí y ya no aguantamos como antes», señala Pilar. «Si esto ha sido bonito, ya el encuentro allá es algo espectacular», puntualiza Isabel por su parte.

A ritmo de percusión y viento, la imagen comenzó su periplo por Vegueta con la intención de «encontrarse» con el Cristo. Mientras tanto, en Santa Ana el Cristo entró triunfal por la calle Castillo para «encontrarse con su pueblo», tal y como relató el narrador de la velada. Comenzaba así la recreación mediante tronos del encuentro de las Santas Mujeres y San Juan con Cristo en su camino al Monte Gólgota para su Crucifixión.

La Virgen a su salida de Santo Domingo.

La Virgen a su salida de Santo Domingo. / Juan Castro

Las imágenes, en Santa Ana

La imagen del San Juan Bautista fue la primera en entrar en la plaza; y es que, «todo comenzó [el cristianismo] con un encuentro [en referencia al bautismo de Jesús]». «San Juan supo contemplar el rostro de Cristo», añadió. La siguiente en subir a Santa Ana fue La Magdalena, quien «descubre a su maestro ensangrentado, que no se queja ni sufre». Una imagen, que, apuntó, «invita a la esperanza». Además, aprovechó para pedir «por las mujeres que han perdido su dignidad» y luchar contra la discriminación.

La Verónica, que en esta ocasión estrenaba paño con una pintura al óleo sobre lino realizada por un cofrade de la hermandad. Y es que fue ella quien, aseguran, «salió corriendo y supo ver entre el sudor y la sangre al Señor». Tras la colocación de los tronos expectación. Algunos aprovecharon para acercarse a los tronos ante la ausencia de vallas, al igual que el año pasado. El San Juan había enfilado hacia Obispo Codina «en busca de» la Virgen, que había dado la vuelta a la Catedral.

Silencio. Entre la muchedumbre -había menos público que otros años- la imagen comenzó a ascender. La banda La Salle entonó sus primeros acordes y los dos tronos, el de la Dolorosa y el del Cristo, ambos verdaderas joyas de Luján Pérez, se juntaron en mitad de la plaza. Los asistentes rompieron en aplausos en ese instante y alguno no dudó en gritar «¡bravo!».

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